domingo, 7 de diciembre de 2014

Un religión que hace

"Una religión que hace" 

Sermón del pastor Martin Luther King Jr.



"En el séptimo capítulo del Evangelio de Mateo encontramos estas palabras apremiantes que fluyen de los labios de nuestro Señor y Maestro:
"No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos." 
En estas palabras Jesús pone énfasis en una concreta religión práctica y no en una religión teórica abstracta. En otras palabras, él está poniendo énfasis en una religión activa que hace, en vez de en una religión pasiva de hablar. La religión, para ser real y genuina, no sólo debe ser algo de lo que los hombres hablen, más tiene que ser algo que los hombres vivan. Jesús reconoció que siempre existe el peligro de tener una presión arterial alta de credos y una anemia de acciones. Él estaba seguro de que el árbol de la religión se seca e incluso muere cuando no puede producir el fruto de la acción.

Volvamos por un momento a algunas de las verdades implícitas en nuestro texto, que siempre nos debe desafiar como cristianos. La primera verdad implícita en nuestro texto es que la prueba de la fe es la acción. Esto es sólo otra forma de decir que un hombre va a hacer lo que cree, y en el análisis final, será lo que hace. No puede haber un verdadero divorcio entre la fe y la acción. Es posible que haya algún divorcio entre el asentimiento y la acción intelectual. Concordar de manera intelectual no es más que estar de acuerdo en que algo es verdadero; la verdadera creencia está actuar como si fuera verdadero. La creencia siempre se manifiesta en la acción. La prueba definitiva de que un hombre cree, no es lo que dice, sino lo que hace. Muchas personas, por ejemplo, dicen que creen en Dios, pero sus acciones revelan la negación misma de la existencia de Dios. Verdaderamente, el gran peligro que amenaza la religión no es el ateísmo teórico tanto como el ateísmo práctico; no tanto negar la existencia de Dios con nuestros labios, sino negar la existencia de Dios con nuestras vidas .¿Cuántos de nosotros supuestos cristianos afirmamos la existencia de Dios con nuestras bocas y negamos su existencia con nuestras vidas?

Esto hace que muchos se pregunten si realmente creemos en Dios. Y no hay justificación para tal maravilla. Si un hombre cree que hay un Dios que guía el destino del universo, y que este Dios ha plantado en la fibra del universo una ley moral inexorable que es tan permanente como las leyes físicas, tal persona actuará conforme a ello. Y si no actúa conforme a esto, toda su impresionante elocuencia acerca de su creencia en Dios se vuelve como metal que resuena y címbalo que retiñe. En última instancia, la creencia es validada por la acción. La prueba definitiva de la sinceridad de una persona al clamar 'Señor, Señor', se encuentra en su hacer activo de la voluntad de Dios.

Una segunda verdad implícita en nuestro texto es que la verdadera religión no es una mera forma, sino una fuerza dinámica. Ahora bien, no puede haber ninguna duda de que esta es un área en la que hemos fracasado miserablemente. La traducción del Dr. Moffatt de ese pasaje familiar en la Segunda Carta a Timoteo [3:5], es una descripción verdadera de gran parte de nuestra cristiandad convencional. Se lee "A pesar de que tienen apariencia de piedad (religión), no tienen nada que ver con el poder de ésta."

Ciertamente eso describe muchas personas. Hay alrededor de 700 millones de cristianos en el mundo de hoy en día [1954], y si la fe en Cristo y su forma de vida fuera una fuerza vital en cualquier semejanza a esa cifra, la condición de este mundo sería mucho mejor de lo que es. ¡Cuánta verdad hay en las líneas de un poeta moderno que habla sobre las alabanzas de nuestras congregaciones!:

"Lo hacen todos los domingos,
Estarán toda la noche del lunes,
Sólo es un pequeño hábito que han adquirido."

¿Cuánto de nuestro cristianismo contemporáneo puede ser descrito como un mero hábito dominical? Para decirlo figuradamente, el cristianismo no es una prenda que usamos en la vida cotidiana, sino un traje que nos ponemos los domingos por la mañana, y que colgamos de cuidadosamente en el armario por la noche del domingo, y nunca volvemos a tocar de nuevo hasta el próximo domingo. Tenemos una apariencia de religión pero no tenemos nada que ver con ella como una fuerza. Como Elis Stanley Jones lo dijo, "vacunados con una forma ligera de cristianismo, nos hemos vuelto inmunes al credo genuino." Sin embargo, si la religión ha de ser real y genuina en nuestras vidas, entonces debe ser vivida como una fuerza dinámica. La religión debe ser eficaz en el mundo político, el mundo económico, y de hecho toda la situación social. La religión debería fluir a través de la corriente de toda la vida. La dicotomía fácil entre lo sagrado y lo secular, el dios de la religión y el dios de la vida, el dios del domingo y el dios del lunes, ha causado estragos en los portales de la religión. Tenemos que darnos cuenta de que el Dios de la religión es el Dios de la vida y que el Dios del domingo es el Dios del lunes.

Una de las cosas que impide que la iglesia sea la fuerza dinámica que puede ser, es la profunda división interna. Discutimos interminablemente sobre doctrinas y rituales y denominacionalismo, mientras las fuerzas malignas están sobre la marcha. Mis amigos, las fuerzas malignas en el mundo de hoy son demasiado fuertes como para ser enfrentadas por denominaciones aisladas. Tenemos que darnos cuenta de que tenemos una unidad de propósito que trasciende todas nuestras diferencias y que el Dios a quien servimos no es un Dios denominacional. Cuando nos damos cuenta de esto, podemos enfrentrar las fuerzas malignas, no con una mera forma, sino con fuertes fuerzas organizadas del bien. Que no se diga que tenemos una forma de religión, pero no tenemos nada que ver con ella en cuestión de poder...

Una verdad  definitiva implícita en nuestro texto es que nunca hay que sustituir la estética por la ética. Como dijo el Dr. Harry Emerson Fosdick: "Hay dos conjuntos de facultades en (todos) nosotros, lo estético y lo ético, el sentido de la belleza y el sentido de deberes, y Cristo llama a ambos." Y siempre hay un peligro constante de que estemos tan envuletos en el canto de nuestros hermosos himnos acerca de Cristo, y admirando nuestra hermosa arquitectura y rituales, que nuestra religión acaben siendo solamente adoraciones emocionales que dicen: "¡Señor, Señor!".

Vemos en nuestro mundo de hoy a incontables millones de personas que alaban a Cristo emocionalmente, pero no moralmente... Mi amigos, permítanme decir que un cristianismo que alaba a Cristo emocionalmente, y no le sigue éticamente, es una farsa convencional. Aunque estemos bien resguardados en medio de nuestras hermosas iglesias y en nuestra arquitectura encantadora, Cristo está más interesado por nuestra actitud hacia el prejuicio y la guerra, de lo que está en nuestras largas procesiones. Él está más interesado en la forma en que tratamos a nuestros prójimos, que en la fuerza con la que cantamos sus alabanzas. Cristo está más interesado por nuestra forma de vivir una vida altamente ética, que por nuestro conocimiento altamente detallado sobre los credos de la cristiandad. No todo, ninguno, que meramente diga: "¡Señor, Señor!", sino el que haga la voluntad del Padre.

Hay una historia muy interesante que nos viene de la pluma del Dr. Price Hughes [pastor cristiano de Gales]. Se las contaré tal y como lo hizo el Dr. Howard Thurman: 


La historia tiene lugar en "la ciudad de todas partes". Es la historia de un hombre que pude haber sido yo, porque una vez soñé que viajaba a esa ciudad. Llegué temprano una mañana. Hacía frío, había copos de nieve en el suelo y cuando me dirigía al tren hacia la plataforma, me di cuenta de que el hombre que cargaba las maletas y el mozón de estación estaban ataviados cómodamente con gruesos abrigos y con guantes, pero por extraño que parezca, no usaban zapatos . Al mirar más allá, me di cuenta de que nadie en la estación llevaba zapatos. Me subí al tranvía, y vi que mis compañeros de viaje también estaban descalzos, y al llegar al hotel, encontré que tanto al botones como al trabajador, les faltaban zapatos. Incapaz de contenerme por más tiempo, le pregunté al gerente insinuante que era lo que significaba la costumbre. 
"¿Qué costumbre", dijo él."¿Porqué...?", le dije, señalando sus pies descalzos, "¿Porqué no usan nada de zapatos en esta ciudad?""Ah", dijo él, "así es esto. "¡Quien sabe!""Pero, ¿qué es lo que pasa? ¿No cree usted en los zapatos? ""¡Que si creemos en los zapatos, mi amigo! Debo decirle que sí creemos. Ese es el primer artículo en nuestro credo: zapatos. Son indispensables para la humanidad.""Bueno, entonces, ¿porqué no los usan?", le dije, perplejo."Ah", dijo él, "así es esto. ¡Quien sabe!" 
Después de que me registré en el hotel, me encontré con un caballero que quería enseñarme la ciudad. Lo primero que vimos al salir del hotel fue una grandísima estructura de ladrillos, de proporciones impresionantes.
A ésta, él señaló con orgullo:"¿Ve eso?", dijo él, "¡esa es uno de nuestros maravillosos establecimientos de manufacturación de zapatos!""¿Un qué?", pregunté con asombro. "¿Quiere decir que ustedes fabrican zapatos allí?"
"Bueno... no exactamente," dijo él," allí hablamos de hacer zapatos, y créame, tenemos uno de los jóvenes más brillantes que haya escuchado jamás. Él habla conmovedoramente y convincentemente cada semana sobre este tema de los zapatos. Él tiene una manera de lo más convincente y atractiva de hablar de eso. Precisamente ayer el conmovió al pueblo profundamente con su exposición de la necesidad de usar zapatos. Muchos se acongojaron y rompieron en llanto. Fue realmente maravilloso".
"Pero, entonces ¿por qué no los usan?", le dije insistentemente."Ah," dijo él, "así es esto. ¡Quien sabe!" 
Y saliendo de "La ciudad de todas partes" en el "Aquí", una y otra vez esa pregunta resonaba en mis oídos: "¡Quien sabe!, ¡Quien sabe!, ¡Quien sabe!"
Amigos míos, decimos que creemos en usar el camino de Cristo. Construimos bellas iglesias en las que predicamos y cantamos con elocuencia conmovedora acerca de la necesidad de seguir su ejemplo. Pero ¿por qué no lo hacemos?




"¿Por qué me llamáis, 'Señor, Señor', y no hacéis lo que yo os mando?" 
"¡Quien sabe!, ¡Quien sabe!, ¡Quien sabe!"



Traducido de:

Ralph Luker, Penny A. Russell. 2007. The Papers of Martin Luther King, Jr: Advocate of the social gospel, September 1948-March 1963. University of California Press, pp. 173-174

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